Para AB.
AB me ha retratado, apenas fue
un segundo mientras intentaba obedecerle, dócil, inquieta, incómoda y sin
respirar. Resultado de eso: mi cara estampada en un fondo blanco, sin maquillaje,
indefensa, regordeta, incorregible. No me gustó, corrí al baño a hacer una
pequeña rabieta y salir de control sentada en el inodoro.
Siempre he pensado que no
todo de nosotros tiene que gustarnos, que también uno debe repudiar (aunque sea)
algunas partes ínfimas para estar cuerdos. Y eso que vi ayer, eso que también
era yo pero que desamparé inesperadamente, me lo recordó.
Lo miré como media hora,
intenté obligarme a que me agradara, a reconciliarme conmigo e intentar vivir
tranquila después de eso, no pude. Después, para poder dormir, desierta, en un
encuentro uno a uno con mi retrato incómodo Pero
claro que soy yo, esos brazos, las inconfundibles cejas de hace media vida. Si
sí soy yo, nomás que no me agrado. Pum. Puñetazo en el estómago a mí misma.
Bueno, ¿y qué si no me agrado? ¿Y qué que
sea yo? ¿Y qué si me veo en la calle y me digo que no, que está bueno pero que
tampoco estoy completamente enamorada de mí? Luego de eso, es muy fácil
pensar que es como si prefiriera la mermelada en lugar de la miel.
Me explico: una de tantas
visitas al supermercado, AB confesó que en una competencia de prioridades, la
miel le gustaba más que la mermelada. Obviamente me alarmé horrible porque como
una glotona de primera, no concebía la idea de que en ese triste pasillo, la
discordia me hiciera confrontar a mi estimado acompañante. Muy mal, muy mal. Le hablé de los veintidosmilquinientosycachito aspectos que hacían a la mermelada un producto
más importante, creo que no logré convencerle. AB estaba seguro, y yo también,
y nos reímos en todo el camino hacia la caja registradora para pagar el relleno
del carrito. La cosa es que no importaba cuánto amara la mermelada, ni cuánto AB
prefiriera la miel (o cuánto disfrutara llevarme la contraria), no íbamos a
dejar de llevarnos bien por eso. No iba a dejar de llevarme bien conmigo, por
mucho que me repudiara en esa estampa, tan expuesta, tan caralimpia, tan yo. Uno es lo que es, y punto. Y sí, ese
desangelado retrato también me describe y me dibuja despacito en un sitio poco
cómodo, nada estable e inseguro. Ese retrato es miel, y lo que yo acicalo y
procuro con regularidad, mi cascarita más liviana a la que llamo cuerpo, ese es
mermelada.